Muy rápido (2 minutos y 23 segundos), intenso, emocionante y bullicioso ha resultado el segundo encierro de los sanfermines, protagonizado por los toros abulenses de José Escolar, verdaderos atletas que han recorrido los casi 850 metros de la carrera a toda velocidad.
Ha sido, además, una carrera limpia, de modo que el primer parte médico señala que solo cuatro personas han necesitado atención médica: un contusionado en un brazo, otro por una herida no penetrante en un brazo y sin que se pueda confirmar que haya sido por una cornada, y dos contusionados más, en el tórax y en el cráneo, por pisotones.
Dos minutos antes del pitido inicial ya estaban los seis toros y los seis cabestros de pie, moviendo manos y patas, soltando los nervios, barruntando que algo sorprendente estaba a punto de suceder.
Al igual que ayer, el reloj del encierro no coincide con la hora oficial —está retrasado en 35 segundos—, pero que el primer cabestro, conocedor de la incidencia, ya estaba pegado a la puerta de salida antes del lanzamiento del cohete. Ese animal y dos más, expertos en estas lides, lideraron los primeros metros de la carrera, pegados, piel con piel, a los cárdenos escolares, que no salían de su asombro ante el bullicio de mozos que trataban de despegarse de los astifinos pitones de los corredores.
Ya hubo en esa cuesta algún atropello de más de un corredor despistado, otros que tuvieron que buscar un rincón segundos antes del empujón, y así, a toda pastilla, compacta la manada, llegaron los animales a la plaza del Ayuntamiento y enfilaron la cuesta debajo de Mercaderes, donde un toro tomó la delantera y esquivó como mejor pudo el encontronazo con los tablones de la curva de Estafeta.
Ahí, en este punto fatídico, se produjeron, como cada mañana, momentos de tensión promovidos por corredores apostados en esa zona prohibida sin posibilidad de escape ante el empuje de los toros que enfilan la calle a toda velocidad.
No se veía un adoquín en la larga Estafeta, rebosante de mozos, plagada de colores, nervios, miradas esquivas, caídas, pisotones y, sobre todo, de las temidas y deseadas cercanías de los pitones en la camiseta. Tres toros atléticos lideraban la carrera en ese momento, nobles todos ellos, preocupados, sobre todo, por abrirse camino más que prestar atención a la muchedumbre, de blanco y rojo la mayoría, que les cerraban inexplicablemente el paso.
Fuente: https://elpais.com/cultura/2023-07-08/segundo-encierro-de-san-fermin.html